La palabra es una herramienta poderosa que debe usarse con responsabilidad para transmitir mensajes veraces y respetuosos, evitando su desgaste. En comunicación, cuidar el lenguaje genera confianza, reputación y valor social.
“La palabra es una herramienta poderosa que debe usarse con responsabilidad para transmitir mensajes veraces y respetuosos, evitando su desgaste. En comunicación, cuidar el lenguaje genera confianza, reputación y valor social.
“La palabra es mi herramienta”, dijo la jurista Gemma Calvet durante una mesa redonda organizada por Intermèdia y moderada por Aina Rodríguez sobre “Comunicación responsable”, que tuvo lugar en Juno House Club el pasado 2 de octubre. Las otras tres participantes fueron la periodista Laia Corbella y las empresarias Imma Amat y Anna Sorli.
Las cinco coincidieron, por cierto, en que “las palabras se desgastan muy rápido”.
“Sostenibilidad” o “transparencia” podrían ser dos de esas palabras que, de tanto usarlas, pueden terminar perdiendo significado. Por eso, añadimos, conviene utilizarlas con cuidado, como debe hacerse con todas las herramientas, no sea que acaben oxidándose y dañando a quien se olvida de cuidarlas.
Palabra de Dios, tener palabra, dejarte con la palabra en la boca, en otras palabras, medias palabras, palabras gruesas, tomar la palabra, dejarte sin palabras, palabra clave, retirar la palabra, libertad de palabra, facilidad de palabra, decir la última palabra, faltar a la palabra o palabra de honor, son algunas de las acepciones que amplían y concretan aún más el significado de la palabra palabra.
Pero desde el punto de vista de la Comunicación responsable que aquí nos corresponde analizar, cabe decir que la palabra debe servir para transmitir, difundir y compartir una información veraz y respetuosa, conectada a valores e intereses generales, en beneficio legítimo del emisor y basada en hechos contrastables. Esto genera confianza, credibilidad, reputación y valor social.
Tampoco es necesario explicarlo todo, claro está. Un poco de misterio no le hace daño a nadie. Pero yo, por si acaso, no me arriesgaría a convertir la palabra (de hecho, el mensaje) en una herramienta perversa.
A la larga, las herramientas oxidadas siempre acaban hiriendo a quien las empuña.
¡Feliz mes de noviembre!