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Editorial. Cataluña como espectáculo

  • 06 Nov 2017
  • Opinión
per Toni Rodriguez Pujol
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Dicen los expertos que el periodismo actual está derivando hacia un nuevo paradigma informativo mucho más enfocado a la satisfacción de los gustos e intereses del usuario que a la simple transmisión aséptica de noticias. Esto explicaría, entre otras cosas, la paulatina conversión de los medios en escenario de espectáculos de masas. La llamada crisis catalana es un buen ejemplo de ello.

El pasado 27 de octubre, a las 14:27 horas, el omnipresente Garcia Ferreras conseguía para La Sexta un «share» del 15’5% en todo el estado, un fenómeno mediático sin duda espectacular que llegó a atraer hasta 1.451.000 de seguidores deseosos de consumir su «Especial Puigdemont». TV3, por su parte, aumentó su audiencia en un 40% a partir del pasado 1 de octubre.

Parece ser que últimamente el interés por la política ha rebrotado con fuerza. ¿Era algo evidente? Tal vez. Hoy en día, saber qué quieren ver o escuchar los usuarios de un medio no tiene mucho misterio. Sólo hay que establecer un buen sistema de escucha en las redes sociales y actuar en consecuencia.

Fuera de los grandes medios hay un gran cantidad de «influencers,» generalmente más intuitivos que científicos, que suelen ser «celebrities» del mundo del deporte, la cultura o el «show-business». Los datos dicen, sin embargo, que los auténticos influenciadores de masas siguen siendo los medios de comunicación tradicionales. El New York Times, por ejemplo cuenta a estas alturas con más 40 millones de seguidores en las redes sociales. Un dato a tener en cuenta en esta época post-verdad generalizada y creatividad excesiva en la construcción de relatos.

Ahora, el reto de medios, periodistas y «influencers» es reforzar sus atributos de credibilidad más allá del factor espectacular y de entretenimiento que ya envuelve inevitablemente el hecho informativo. Y en el caso concreto de los medios, hacerlo con el sentido de servicio público que es inherente al periodismo, por encima de la línea editorial que legítimamente quieran defender.

En cualquier caso, siempre será el usuario quien tendrá la sartén por el mango.