No hace muchos días tuve el privilegio de asistir a la presentación de un libro memorable de Biel Mesquida, uno de los escritores vivos más recomendables de la actual literatura catalana. «Antes teníamos Franco, ahora tenemos los mercados», dijo, en un arrebato improvisado, durante su parlamento. Biel es un autor apasionado, uno de los pocos que conozco que se permite el lujo de decir siempre lo que piensa y escribir siempre lo que siente.
El libro se llama «Llefre de tu», un título que, desde el principio, ya nos avisa de dos cosas: que su vocabulario es, como siempre, extraordinariamente rico, y que en cada frase encontraremos toda aquella musicalidad mallorquina que transpira a través de aquella su piel sabia, cansada y siempre luchadora.
Lo que pasa, pienso, es que él, como otros bellos luchadores de su generación, está acostumbrado a luchar contra la opresión directa, la violencia explícita y, incluso, la imbecilidad humana. Pero, contra los mercados? Contra estos mercados que no tienen suficiente con las reformas del gobierno español, tal y como señalan las portadas de los diarios de hoy? Pero, ¿quiénes son los mercados? No serán una cortina de humo, un nombre que esconde identidades concretas que no quieren dar la cara? Será el Papus? Será algún dios insaciable que nunca le basta con nuestros sacrificios? Será, visto desde otra perspectiva, una nueva «conspiración judeo-masónica»?
No lo sé, francamente, pero, hoy, día de tambores de Semana Santa, he empezado la jornada leyendo los periódicos y ya estoy bastante agobiado.