En el mundo de la empresa, el inventario periódico de productos en stock se realiza una vez al día, a la semana, al mes o al año, provocando cierta incertidumbre entre fecha y fecha de registro. En cambio, cuando el inventario es permanente, las actualizaciones se producen en el mismo instante en que se da un cambio y permiten una información más exacta del momento.
El paso de la periodicidad a la permanencia es precisamente una de las transformaciones más relevantes que ha experimentado la información. Hace poco, la actualización era periódica y se hacía a través de los periódicos, de los diarios. Ahora, la información es permanente y fluye, a chorro, a través de internet.
¿Pero la información es un producto o un servicio? Según el profesor Gustavo Nardi, el producto es algo tangible que se consume después de haberse fabricado y el servicio es algo intangible que se realiza en el momento mismo en que es consumido.
Por lo tanto, la información es ambas cosas. Un producto que requiere todo un proceso de elaboración industrial y profesional y un servicio que se materializa en cuanto llega al usuario. Un servicio público, por cierto.
Sobre este tema hablamos ampliamente en la segunda Jornada de los Diálogos sobre el futuro del periodismo y la comunicación del pasado 16 de noviembre, que explicamos justo debajo de este editorial.
En su transcurso, los ponentes coincidieron en que uno de los riesgos actuales del periodismo es la necesidad de ser los primeros en contar algo, sin tiempo material para haberla elaborado con garantías. Un peligro que sólo puede evitarse si los medios están bien financiados y dependen más de su comunidad de lectores que de la publicidad o las subvenciones.
Conviene recordar, pues, que la información es un producto elaborado por unas empresas que para funcionar necesitan recursos, conviene distinguir entre información y ruido, y conviene saber que en esta vida no hay ningún producto ni servicio que salga realmente gratis.
¡Feliz Navidad y próspero año nuevo!