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Editorial. El lenguaje del dinero

  • 01 Jul 2022
  • Opinión
per Toni Rodriguez Pujol
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Hoy en día, en pleno cuestionamiento del sistema de criptomonedas, no es inusual la discusión entre partidarios de mantener el uso del dinero de bolsillo y los que prefieren sustituirlo definitivamente por el llamado dinero de plástico, el bizum o cualquiera otro posible medio electrónico de pago. Los primeros se sienten más seguros sabiendo que llevan “dinero” en la cartera y para los segundos otros es más cómodo e higiénico utilizar la tarjeta o el móvil. Sobre todo, en tiempos de pandemia.

Pero lo cierto es que ni una cosa ni otra son dinero: son su representación simbólica, fruto de un acuerdo social que les confiere un valor determinado. Una gran demostración de la capacidad de abstracción de la humanidad, que la distingue del reino animal. Un lenguaje universal que permite el intercambio inteligente de bienes y servicios, un importante instrumento de comunicación, e incluso de identificación política.

En este sentido, el profesor Gustavo Guzmán Fernández, de la Universidad de La Plata, señala que «desde sus orígenes, la moneda ha sido un medio de expresión del poder» y un icono omnipresente y deseado capaz de integrar y consolidar comunidades. Las ciudades, las monarquías y las repúblicas que desde el siglo VIII AC llevan grabando en el dorso de sus piezas de oro o de plata imágenes de reyes, héroes, sabios, o escenas rituales y tradicionales de referencia compartida, saben perfectamente que la identificación del dinero (su representación) y el poder político es un sistema infalible para cohesionar comunidades previsiblemente respetuosas con la autoridad emisora.

Es precisamente la concentración del poder a lo largo de la historia lo que hace desaparecer las monedas locales y contribuye a la unificación de los territorios. En España, por ejemplo, la unificación monetaria no se produjo hasta el 9 de octubre de 1868, con la proclamación de la peseta. Y hace algo más de veinte años, el 1 de enero de 2002, se produjo la entrada en vigor efectiva del euro. Cabe subrayar que el euro español, como el de los del resto de estados miembros, presenta una cara común ilustrada con el mapa de la Unión Europea y una cruz con la imagen del poder político, en este caso representado por el rey Felipe VI. Señal de que el territorio, en este caso, europeo, aún no está unificado del todo. 

Ni que decir tiene que la aparición de nuevas formas de pago y de otros nuevos lenguajes de relación social, puede revolucionar esencialmente esta situación. Hoy en día, el dinero se está desacralizando y las tarjetas de crédito no lucen la imagen del jefe del estado sino la de las entidades financieras pertinentes, la propiedad de bienes de consumo, como por ejemplo los coches, está siendo sustituida progresivamente por la movilidad y el pago por uso, e incluso la meritocracia se está poniendo en duda como método legítimo de mejorar el status profesional de los trabajadores.

Tres ejemplos que evidencian el cambio de paradigma que estamos experimentando. 

Lástima no poder vivir un par de siglos más para ver en que acaba todo esto.

¡Feliz mes de julio!