Hasta hace poco, la Luna tenía dos caras: la que se ve desde la Tierra y la llamada «cara oculta». Nosotros sólo vemos una debido a que el satélite tarda exactamente el mismo tiempo en rotar sobre su eje que en completar una órbita entera alrededor de la Tierra. Por eso cuando nos referimos a una cuestión inquietante y desconocida, la ubicamos figuradamente en el lado oscuro de la Luna.
Hasta que en enero de 2019, la misión china Chang’e-4 aterrizó en la cara oculta de la Luna y confirmó lo que ya sospechábamos: la cara «oscura» está tan iluminada como la otra. Lo que ocurre es que no la veíamos. Más o menos, lo mismo que ocurre con la información.
El otro día, en un encuentro reciente de Intermedia Online con el autor de «El hijo del chofer», Jordi Amat, surgieron varias cuestiones al respecto: hay cosas que se saben pero no se explican? Hay una información destinada al consumo general y otra reservada sólo a algunas élites?
El derecho a la información veraz está recogida en el artículo 20.1 apartado d de la Constitución, cuando dice que los ciudadanos tenemos derecho «a comunicar o recibir información veraz por cualquier medio de difusión».
Es decir, la información veraz no es un privilegio, es un derecho. Un derecho a recibir y difundir información veraz, no únicamente «verídica», sabiendo que «veraz» significa que es verdad y «verídica» quiere decir que sólo lo parece.
El problema surge cuando hay derechos que no se exigen, o se da por sabido que no serán respetados. Creemos que es un buen momento para pensar en ello.
¡Feliz jornada electoral y feliz mes de febrero!