Nicholas Negroponte, el profeta de la comunicación que de vez en cuando acierta, dijo que una de las principales tareas que tendrán que hacer los periodistas en este futuro que ya nos invade consiste en validar y ordenar y el inmenso volumen de información disponible. Ninguna novedad. En realidad, esta es la tarea histórica del periodismo. El problema, precisamente, es el volumen. Ahora la información disponible crece exponencialmente cada segundo que pasa y es evidente que hay que protegerse, poniéndole filtros.
No hace mucho hablábamos de la relación que existe entre la buena comunicación y la felicidad, ese «grand mot”, tan abstracto y difícil de definir. No se sabe a ciencia cierta, pero lo que parece cierto es que la buena información ayuda a tomar decisiones que pueden hacer más fácil, digna y confortable nuestra vida. Eso sí, para que este efecto benéfico se produzca es necesario que la información sea cierta (verificada), oportuna (recibida a tiempo), completa (que no oculte ángulos relevantes) y fiable (que conozcamos la fuente y que ésta nos provoque confianza).
El problema, sin embargo, sigue siendo la elección, porque por muchos algoritmos y mucha inteligencia artificial que pongamos sobre la mesa, siempre será necesario un emisor capaz de conectar con la audiencia y una mano de maestro que la pase por el cedazo.
Con otras palabras, el analista digital Brian Solis explicaba la semana pasada en una webinar de DIRCOM Cat, que actualmente el 84% de los clientes cree que la experiencia personal es tan importante como la calidad o utilidad del producto o servicio comunicado (que ya se da por sabida) y que una campaña de comunicación que no sea capaz de crear empatía, identificación de valores y de propósitos, seguridad y confianza, es una campaña inútil.
Para ello, conviene que el mensaje parta de un emisor emocionalmente cercano con quien el destinatario se pueda identificar. Un líder ejemplar de aquellos que hace poco invocaba el profesor Oriol Amat en uno de nuestros últimos Intermedia Online. Alguien de quien, llegado el caso, pudiéramos ser amigos.
Algo parecido ocurre a la hora de elegir los medios que nos informan. Normalmente, los elegimos como fuentes de información para afinidad, confianza, identificación y confort. Al igual que lo hacemos con los amigos. Después de todo, es mejor tener pocos y buenos que muchos y malos.
Feliz mes de octubre!