Tal vez la principal diferencia entre información y propaganda sea el mayor efecto emocional que provoca la segunda frente a la primera, que es -o debería ser- mucho más equilibrada y exigente. En tiempo de crisis, siempre cargada de emociones, la propaganda suele predominar. En tiempos de crisis extrema, la frontera que entre información y propaganda suele quedar diluida. La llamada crisis catalana y su punto culminante del pasado 1-O, son un buen ejemplo.
Hasta hace poco, los grandes vehículos de propaganda fueron el cine, la radio, la televisión, la prensa escrita y finalmente la prensa digital. Pero la actual fragmentación de audiencias, la crisis económica y de modelo de negocio, las diferentes crisis de credibilidad sobrevenidas, la tecnología, y, en definitiva, la transformación social acelerada que estamos experimentando, han hecho emerger un nuevo instrumento de propaganda: la ciberpropaganda, impulsada masivamente por las cibertropas.
Una cibertropa es un grupo de combate digital, mercenario o no, que propaga por la red determinadas informaciones en beneficio de un proyecto, un producto, un servicio o una idea. La cibertropa suele actuar en internet como altavoz multiplicador de los medios convencionales.
En este nuevo paradigma, la mala noticia es que algunos medios han ido abandonando progresivamente el campo de la información para decantarse hacia el de la propaganda. La buena noticia, en cambio, es que, salvo los escasos lectores que sólo buscan confort e identificación ideológica, el actual receptor ha desarrollado una mayor competencia crítica y selectiva de la consistencia de los mensajes. Un terreno en el que siempre ganará el periodismo veraz, equilibrado y creíble.
Al fin y al cabo, toda crisis democrática se acaba resolviendo en el terreno de la comunicación. Y esta crisis, sin duda, acabará siendo un caso de estudio en escuelas y facultades del ramo.
Que sea para bien.