Decía un antiguo profesor mío que el mundo se divide entre quienes antes de ponerse a trabajar le sacan punta a todos los lápices y quienes empiezan a trabajar mientras les van sacando la punta. También tenemos una frase célebre de Pablo Picasso que desea que «cuando me llegue la inspiración, me encuentre trabajando». Y por último, hay un pensamiento zen que recomienda «que el trabajo sea tu hobby y tu hobby sea tu trabajo».
En cualquier caso, un trabajo fundamental es el de comunicar, sin el que no hay inspiración, hobby ni lápices de colores que valgan.
En sentido opuesto existe una larga tradición laboral asociada a la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente, e incluso, , la teoría más reciente de un ingeniero informático llamado Francesco Cirillo, que propone trabajar con intensidad en intervalos de 25 minutos, seguidos de una pausa de 5 minutos de descanso total en la que no se puede pensar en nada relacionado con la tarea iniciada.
Se trata de la llamada “técnica del Pomodoro” (tomate, en italiano), que hasta ahora parece haber dado mejores resultados en determinadas aplicaciones de software que en la vida analógica de la gente.
Cabe decir, sin embargo, que sus principales detractores dicen que este sistema desincentiva el trabajo en equipo. Y otra contraindicación no menos importante podría ser que a partir de los 15 minutos la persona afectada esté más pendiente de mirar cuánto tiempo falta para llegar al descanso que de terminar la tarea emprendida.
Por cierto, el nombre de pomodoro proviene de aquellos relojes despertadores en forma de tomate que solía haber en la cocina para controlar los tiempos de cocción o ebullición de los alimentos.
Así pues, las preguntas serían éstas:
- ¿Los trabajos creativos y, sobre todo, la comunicación, se pueden realizar a intervalos?
- ¿La inspiración actúa según horarios previstos?
- ¿Hay que esperar a tener todos los lápices bien afilados antes de ponerse a trabajar?
- Si tu trabajo no te gusta, ¿podrás hacerlo bien?
- Poner límites y muletas a los trabajos colaborativos (que de hecho, lo deberìan ser todos), ¿es bueno o malo para su resultado final y para la felicidad de la gente?
Todo ello sin perjuicio del máximo respeto debido al desarrollo integral y personal, la conciliación familiar y la necesidad de descanso y ocio de cada cual, como es de recibo.
Porque aquí sí que no hay tomate que valga.
¡Feliz mes de noviembre!