Iniciamos el 2018 y todo parece indicar que el contexto político, social y económico que nos depara no será nada parecido a una balsa de aceite. Vivimos tiempos líquidos, convulsos, de cambio… nada será igual.
La capacidad adquisitiva de la gente ha bajado y la época vacas flacas tardará lustros en volver, si es que vuelve. Las desigualdades sociales son un hecho: los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada día lo pasan peor. Al mismo tiempo emergen con fuerza trabajos precarios, gente que tiene trabajo pero que ni llega a final de mes y aprendemos que la criptomoneda será el dinero virtual del futuro. Todo esto, además, con un conflicto social y político importante en Cataluña y España. Un conflicto de primer orden, considerado ya como la primera preocupación de los ciudadanos de Barcelona, según el último barómetro que ha publicado el Ayuntamiento de la capital catalana.
Así pues, señores y señoras, la incertidumbre está servida. Y por un tiempo. Una incertidumbre que en el mundo de la comunicación y el periodismo se traduce en postverdades y noticias falsas; es decir, en eso que se conoce como fake news y que ha marcado el 2017.
Según un estudio de la consultora Gartner, el 2022 el público de las economías maduras consumirá más noticias falsas que no verdaderas. Un dato que preocupa y que nos interpela continuamente a los profesionales de al comunicación. Desde Intermedia siempre hemos defendido la necesidad de crear relatos fehacientes, corrientes de opinión legítimos a los intereses de nuestros clientes. Corrientes legítimos pero nunca falsos, y que no supongan nunca una desinformación en lugar de una información.
Hace solo unos días, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, anunciaba una ley en su país para proteger a los ciudadanos de la desinformación. No de toda la desinformación, sino de la que llega con la finalidad de desestabilizar. También la ministra de defensa del gobierno español, María Dolores de Cospedal, planteaba el día de la Pascua Militar una normativa específica sobre las fake news.
Seguramente, muchos de los que prometen leyes han estado agentes activos de la propagación de desinformación. Hasta el presidente de los EUA llegó a anunciar, en su querida cuenta de Twitter, la convocatoria de los premios a los medios más deshonestos y a los más corruptos de 2017. Todo un ingenio mediático del perverso Donald Trump.
El 2018 me lo imagino como el año en que viviremos peligrosamente. No me refiero a la película que dirigió Peter Weir sobre el periodista australiano Guy Hamilton (Mel Gibson) y la oficial Jill Bryant (Sigourney Weaber) sobre los hechos de la transición al Presidente Sukarno en Indonesia. Me lo imagino como el año de generar conciencia de la importancia de la comunicación, bien trabajada y elaborada por los buenos profesionales. Sea cual sea la línea editorial, pero contrastada y adecuadamente construida.
Este es el primer reto para todos los que nos dedicamos a este sector. Es un mundo globalizado como el que vivimos, todos necesitamos comunicación, empresas y profesionales. La buena reputación se mantiene y se gana cada día, pero se pierde en décimas de segundo.
¡Buena comunicación y feliz año 2018!