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El lado bueno de las cosas

  • 15 Feb 2013
  • Opinión
per Toni Rodriguez Pujol
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Silver Lining PlayBook es una magnífica película dirigida por David O’Rusell que interpretan dos actores con muchas posibilidades de ser finalistas en los próximos premios de la Academia de Hollywood: Bradley Cooper y Jennifer Lawrence. Dos monstruos. A mí, la verdad, me daba un poco de pereza porque trata de una enfermedad muy molesta que afecta a una persona querida: la bipolaridad. Pero este es el privilegio de los perezosos: nos dejamos convencer fácilmente por nuestra señora esposa y al final gozamos de una agradable e insospechada sorpresa.

Pero no estamos aquí para hablar de la película (si fuera así, deberíamos hablar también del genial Robert de Niro), sino de su título en castellano, El lado bueno de las cosas, una frase que –tengo que reconocerlo– me emociona.

Escribo este post en un momento en que la tormenta perfecta que nos empapa empieza a adquirir una velocidad de crucero. Ya circula libremente el rumor de que la ex compañera sentimental de Jordi Pujol júnior y la “lideresa” del PPC, Alicia Sánchez Camacho, mantuvieron no una sino cinco entrevistas personales para hablar de sus cositas. Ya aparece José Zaragoza y niega y reniega. Ya el alcalde Bustos anuncia que abandona el trono de Sabadell porque no quiere dar pábulo a habladurías. Ya es detenido el alcalde de Sant Hilari Sacalm por orden de la jueza que investiga la trama gallega de la operación Pokémon. Ya registran los agentes de la Agencia Tributaria las sedes del Patronato de Turismo Costa Brava Girona y Xaloc, el organismo que gestiona los tributos municipales, ambos dependientes de la Diputación de Girona.

Y todo ello sin hablar de otros capítulos tal vez menores ni salir de Catalunya. Es decir, dejándonos en el tintero un montón de cosas, como Ana Mato, Sepúlveda, el señor Bárcenas, Pepiño Blanco, el caso Gürtel o Urdan-ga-rín (que suena como una canción del gran Sisa).

“Es hora de hacer limpieza”, braman las calles. “¡Tabla rasa!”, claman las barras de bar desde todas las esquinas. “¡A ver si al final, además de lavarla, rompemos toda la vajilla!”, resuena la voz de la prudencia.

Y yo me digo a mí mismo: en medio de tanto griterío, ¿queda margen para ponernos a buscar el lado bueno de las cosas? Pensemos en ello. ¿Podría ser que el lado bueno de las cosas sea que todos estos casos, que existen desde la noche de los tiempos y bajo todos los regímenes políticos, se hayan empezado a airear y a juzgar públicamente de una bendita vez?

Este suelo nuestro es tierra de inquisiciones y actos de fe. El último que se celebró públicamente fue en Valencia el año 1826, con Cayetano Ripoll, maestro de Ruzafa (entonces municipio independiente), como actor principal. Suerte tuvo el buen hombre de que la sensibilidad de la época ya no permitía quemar vivos a los condenados, por lo que se limitaron a colgarlo, meterlo dentro de un cubo y pintarle llamas encima antes de tirarlo al río.

Quizá sea este el lado bueno de las cosas. Ahora ya no celebramos actos de “purificación” ni organizamos catarsis donde los culpables, que somos todos, nos libramos de la tragedia proyectándola a los demás. Ahora ya no matamos, torturamos ni lanzamos a nadie al río.

Pero lo que empieza a ser urgente es una limpieza; librarnos definitivamente de esta angustia que nos oprime y redimirnos de tantas culpas, empezando por las propias.

Quizá sea este el lado bueno de las cosas.