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La revuelta del Besòs, primera gran crisis gestionada por Intermedia

  • 31 Mar 2025
  • Opinión
per Toni Rodriguez Pujol
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La primera gran gestión de crisis gestionada por Intermedia Comunicación fue el llamado conflicto del Besós, iniciado en 1989, que enfrentó un alcalde valiendo cómo Antoni Meseguer y su inseparable Joan Albert Dalmau con todo tipo de poderes fácticos con intereses contrarios al proyecto de construir pisos de protección oficial al barrio del Besòs, colindante a la Catalana y la Mina, una zona que vivía bajo el estigma de la marginalidad, el desorden y la delincuencia mientras Barcelona se preparaba a celebrar los JJ. OO. del 92.

El núcleo del problema residía en un planeamiento urbanístico impulsado por el ayuntamiento que todavía estaba tramitando la Generalitat al barrio de La Catalana, donde se tenía que hacer un gran centro comercial y 196 viviendas para familias estructuradas de la Mina, con la intención de desproteger el habitado de las organizaciones criminales que lo controlaban.

La Mina, poblada por antiguos barraquistas del Camp de la Bota, la Perona y Montjuic, había vivido prácticamente desconectada de San Adrià hasta que a partir de 1974, con la llegada de la droga, fue progresivamente ocupada por bandas que hacían bullying a los vecinos.

El día 25 de octubre de 1990, cinco días antes de la constitución oficial de Intermedia, los trabajadores de Ginés y Navarro fueron apedreados mientras iniciaban las obras. Solo aquel día hubo 17 heridos, 15 detenidos, furgonetas policiales atacadas con cócteles molotov, casquetes de bala del calibre 22 echados por tierra y otros 56 cócteles molotov encontrados al maletero del coche de un agente de seguridad privada.

Aquella “Intifada”, contemporánea de las “intifadas” árabes de la época, hizo sospechar enseguida a las autoridades que todo aquello no podía ser produce de la improvisación.

Entre las caras más conocidas de la historia había las del consejero convergente de Bienestar Social de la Generalitat, Antoni M. Comas, el ex paracaidista de la Legión Francesa Gèrard Pérez, el tío Manolo y algunos otros jefes de clanes gitanos con intereses contrarios a “el esponjamiento” del territorio que controlaban.

Desde otro ángulo, confesional, pero bastante influyente, también había los escolapios y sus competidores evangelistas, de lo contrario conocidos como “aleluyas”, que atenían sus respectivas parroquias, paya y gitana, de quien pretendían hacer de interlocutores con las administraciones. Otros implicados eran los “nimby” (“not in my backyard”), quienes no querían mezclarse con etnias consideradas conflictivas y los simples luchadores para la dignificación del barrio.

De hecho, pero, el ecosistema estaba fuertemente influido por defensores de grandes intereses económicos, como por ejemplo los impulsores del que habría sido el primer centro comercial de zona norte de Barcelona, representados por el pied noir Gérard Pérez, que bien pronto consiguió contactar con destacados dirigentes políticos, como por ejemplo Macià Alavedra o Lluís Prenafeta.

Fue justamente Pérez quien invitó Meseguer y Dalmau a viajar a Toulon, a 45 minutos de Marsella para qué conocieran otras realizaciones urbanísticas del grupo. Una auténtica aventura, abortada a tiempo por en Dalmau, a bordo de coches a 150 por hora por carreteras secundarias, que acabó en un hotel confortable donde no fue muy difícil conocer algunas amables señoritas castellanohablantes que habrían sido dispuestas a hacerlos compañía toda la noche.

No hay que decir que la gestión de aquella cuenta por parte de Intermedia fue intensa, durísima e incluso peligrosa, con guerras de propaganda de muy primero nivel... y cuatro ruedas del coche pinchadas a la vez ante casa mía, que es además de 5 kilómetros del barrio de la Mina.

Concretamente, la tarea de Intermedia consistió en la ordenación de datos y argumentos, el establecimiento de círculos de confianza institucional y mediática, la elección de interlocutores válidos y la transmisión de información de calidad, debidamente contrastada, a pesar de que, dado que la intoxicación informativa provenía de diferentes frentes, hizo falta hacer una tarea de gran precisión, casi quirúrgica, haciendo uso de una manera adecuada -y sin duda, arriesgada- de la off the record.

Finalmente, Meseguer tuvo que dimitir, víctima de maniobras que ya explicaremos más adelante, después de haber sufrido un par de ataques de corazón y de ver morir la madre de un infarto mientras bajo casa suya tenía lugar una manifestación contra él.

Hoy en día la Catalana está más aseada, el centro comercial que se pretendía construir forzando el plan urbanístico y rebajando la cota 0 la altura de un piso no se hizo y la decisión de derrocar el bloque Venus de la Mina, que se lo es conflictivo, todavía es vigente.

Un resultado que permitió que Intermedia hiciera una intensa inmersión en materia de gestión de crisis y que la reputación personal de aquellos clientes quedès salvada.

Cosa que no puede decir todo el mundo.