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Maria Antonieta aún se está peinando

  • 21 Jun 2012
  • Opinión
per Toni Rodriguez Pujol
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[:es]
“Estamos en el principio de una revolución y María Antonieta sigue en Versalles peinándose”. La suerte de una profesión como la mía es que de vez en cuando vas a una comida de trabajo* en la que hay gente muy preparada que dice cosas como esta. «Todas las revoluciones tienen víctimas, muy a menudo mortales, pero el mundo acaba dando un paso adelante”, continuó diciendo nuestro invitado.

Nuestra revolución más inmediata, que algunos pudimos vivir de jóvenes –pensé yo–, fue la del 68. «La réforme oui, la chienlit non!», declaró Charles De Gaulle el 19 de mayo de 1968 cuando los universitarios de la Sorbonne habían levantado unos cuantos adoquines de las calles del barrio Latino. «La chienlit?, qu’est que c’est ça?», se preguntaban todos, desde los pequeñoburgueses más pequeños hasta los revolucionarios más radicales de aquella banlieu blanca y pobre de un mes de mayo que marcó nuestra vida. La gente sólo sabía que «chien» significa perro, pero, más allá de eso, «chienlit» estaba en desuso desde hacía años y las consultas al diccionario se multiplicaron exponencialmente.

El problema es que mientras unos consultaban, el mundo seguía girando y girando hasta el punto de obligar al héroe de la resistencia a reconocer que las reformas eran necesarias. «Prohibido prohibir». «Levantad los adoquines, que debajo está la playa», decían los Cohn Bendit de la época. La verdad es que debajo de los adoquines no había playa, pero hubo reformas, aunque fuese lampedusianas («hay que cambiar las cosas para que todo continúe igual») y, en definitiva, el mundo pudo dar un considerable salto hacia adelante en materia de valores y de libertades individuales después de aquel sueño de primavera. De Gaulle, por cierto, dimitió al año siguiente.

Pasan los años, las predicciones orwellianas de Animal Farm vuelven a quedar confirmadas y de nuevo se genera aquella insatisfacción tan conocida que solía alimentar el embrión de toda nueva generación revolucionaria. Una insatisfacción que se convierte poco a poco en indignación y a saber si finalmente se convertirá en insubordinación o revuelta. Hace dos cientos diecinueve años había una insatisfacción enorme, pero María Antonieta no se dio cuenta y siguió peinándose. A ella el peinado no le sirvió de mucho.
¿Aprenderán de una vez por todas?

(*) Ferran Rodés en la comida DIRCOM del pasado 14 de junio

La nostra revolució més immediata, que alguns vam poder viure de molt jovenets -vaig pensar jo-, va ser la del 68. «La réforme oui, la chienlit non!», va declarar Charles De Gaulle el 19 de maig del 1968 quan els universitaris de la Sorbonne ja havien aixecat un munt de llambordes als carrers del barri Llatí. «La chienlit?, qu’est que c’est ça?», va demanar-se tothom, des dels petitburgesos més petits fins els revolucionaris més radicals d’aquella banlieu blanca i pobre d’un mes de maig que va marcar la nostra vida. La gent només sabia que «chien» vol dir gos, però allò de la «chienlit» estava en desús des de feia anys i panys, i les consultes al diccionari es van multiplicar exponencialment.

El problema és que mentre uns consultaven, el món seguia girant i girant fins al punt d’obligar l’heroi de la resistència a reconèixer que calien reformes. «Prohibit prohibir». «Aixequeu les llambordes, a sota hi ha la platja», deien els Cohn Bendit de l’època. La veritat és que sota les llambordes no hi havia cap platja, però va haver-hi reformes, encara que fossin lampedusianes («cal canviar les coses perquè tot continuï igual»), i en definitiva el món va poder fer un considerable salt endavant en matèria de valors i de llibertats individuals després d’aquell somni de primavera. De Gaulle, per cert, va dimitir l’any següent.

Passen els anys, les prediccions orwellianes d’Animal Farm tornen a quedar confirmades i es torna a generar aquella insatisfacció tan coneguda que sol nodrir l’embrió de tota nova generació revolucionària. Una insatisfacció que es converteix mica en mica en indignació i ves a saber si finalment es convertirà en insubordinació o revolta. Fa dos-cents dinou anys, hi havia una insatisfacció de ca l’ample, però Maria Antonieta no se n’havia adonat i encara s’estava pentinant. A ella el pentinat no li va servir de gaire.
N’aprendran alguna vegada?

(*) Ferran Rodés al dinar DIRCOM del proppassat 14 de juny