Como era de esperar, la cosa se complica. Hay bomberos que parece que quieran avivar aún más el fuego y hay guardias de tráfico (antiguamente llamados «urbanos» y aún más antiguamente, «municipales»), que tienen más trabajo del que preveían cuando decidieron encender la luz verde del semáforo.
Ahora hay un montón de gente que camina. De momento, es un paso alegre y ordenado, que confía en sus guardias de la gorra, respeta los pasos de peatones, ayuda a los invidentes y recoge los papeles del suelo. El domingo, probablemente, volverán a salir a la calle, aunque sea bajo la apariencia de ir a un partido del Barça. Los bomberos pirómanos del otro lado del río volverán a decir de todo sobre aquellas cosas del deporte y la política, las mezclas y las manipulaciones. Los caminantes de este lado de la historia volverán a pensar que esto es pan comido, que todo el monte es orégano y que ya se está haciendo tarde. Pero los que tienen la responsabilidad de no equivocarse lo tienen más difícil que los pirómanos y los excursionistas de ambos lados. Porque ellos, tarde o temprano, tendrán que administrar algo muy antipático que se llama «posibilismo» y evitar a toda costa que aparezca otra aún más molesta que se llama «frustración».
Francamente, una tarea de gigantes.
Visca el Barça!