Tras 26 años de existencia, Intermèdia cambia sutilmente de imagen, pero no de significado. El nuevo imagotipo está formado por un punto de energía capaz de generar un mensaje, simbolizado por un avioncito de papel, que se elabora cuidadosamente mediante un proceso comunicativo muy elaborado -casi artesanal- y muy exigente. Toda una provocación, casi una blasfemia, para aquellos teóricos del grafismo que sostienen que los logotipos no deben tener más significado que el puramente estético.
En esta nueva versión que estrenamos, la tipografía del logotipo de la agencia se ha estilizado y el punto rojo de la «I» de Intermèdia se ha convertido en una esfera, desde la que se proyecta el avión para fortalecerse, tomar mayor impulso y llegar aún más lejos.
El escultor vasco Jorge Oteiza concebía la esfera como un volumen cerrado y dinámico que gira sobre sí mismo en una rotación constante, que permitela aparición de un núcleo interior activo capaz de generar energía. Esa energía, para generarse, interactúa contantemente con su entorno. Bien, tal vez no lo decía exactamente así, pero permítasenos esta licencia interpretativa que consideramos aceptable. Los grandes maestros de Oteiza fueron Henry Moore, Vassili Kandinsky, Piet Mondrian y Kazimir Malévich. Toda una declaración de principios.
El avión de papel es, a su vez, un icono del periodismo. O por lo menos, fue una herramienta de comunicación a distancia entre periodistas, cuando las redacciones eran un lugar donde la gente, además de trabajar, celebraba tertulias, compartía conocimientos, se abrazaba, se peleaba a gritos y cantaba habaneras. El avión podía llevar algún mensaje escrito en su interior o ser un mensaje en sí mismo. Pero siempre provocaba algún efecto y alguna respuesta.
Y eso es Intermèdia. Un punto constante de energía, una elaboración exigente del mensaje y un envío rápido y directo que se proyecta a la opinión pública con la intención de provocar reacciones y respuestas positivas. Una esfera, en definitiva, que nunca ha dejado de rodar. Un mecanismo que, como la esfera de Oteiza, no se explica sin su entorno, que son ustedes.
Gracias, pues, a todos, y especialmente a los diseñadores Carlota Roig y Guillem Rodríguez, y muchas felicidades.