Según explicaba el otro día del emprendedor Pau Garcia-Milà en una charla organizada por El Periódico y BBVA, cada segundo que pasa nacen cuatro bebés en el mundo. Y durante este mismo segundo, se activan 45 iPhone. De esta manera ilustraba y comparaba el orador la tendencia demográfica y tecnológica de nuestro tiempo en el que, sin lugar a dudas, la gente pasa más tiempo utilizando aparatos electrónicos que no festejando.
Y eso es bueno o malo? Esto es lo que es. Y esta, probablemente no es la pregunta correcta. Si quieres tener ideas correctas, recordaba Garcia Milán, debes hacerte preguntas correctas que te lleven a unas respuestas correctas.
Por ejemplo, plantearte correctamente el dilema del puente. ¿Cuál es el dilema del puente? Veamos. El director de una empresa que da trabajo a 500 trabajadores viaja en un coche inteligente, cuando de repente, pasando por encima de un puente, aparece un grupo de niños jugando tranquilamente en medio de la carretera . En fracciones de segundo, el robot que está conduciendo (es una manera de decirlo), debe decidir si atropella los niños o despeñado el coche puente abajo. En ambos casos, con resultado de muerte más que probable de los implicados. Hay que decir que la decisión, en realidad, no la toma el robot, sino el ingeniero que previamente ha tenido que programarlo imaginando todo tipo de situaciones posibles.
La respuesta emocional sería salvar a los niños. Y además, en este caso, el cálculo matemático ayudaría. Cuatro niños de 10 años con una esperanza de vida de 90 años tienen 80 años de vida activa por delante que, multiplicada por cuatro, mujer 320 años de vida. El pobre ejecutivo de 50 años, en cambio, sólo tiene una esperanza de vida de 30 años, contando que sea capaz de controlar el estrés y el colesterol. En este caso, el directivo, que por cierto no tenía ninguna culpa de que los padres de los niños sean unos irresponsables, sería el sacrificado. Sobre el papel, eso es lo que le conviene más al mundo. Sí. Pero es lo que más le conviene al fabricante del coche? Y a su comprador?
Pongámoslo más difícil: el señor director general no iba solo. En el asiento de delante iba su hija mediana de 12 años ya su lado iba su esposa, con una criatura de 3 años sentada en la silla que llevaban en medio. Qué vidas priorizaría salvar el propietario del coche, y, por delegación, el robot programado que lo conduce? Bueno, de acuerdo, esta es muy fácil. Pero aún lo podemos complicar un poco más. Supongamos que, en vez de la mujer y los hijos, los acompañantes del directivo fueran un par de trabajadoras sexuales de alto standing que volvían con él de una orgía cargada de alcohol y drogas de diseño. También lo encuentra fácil?
Pues vamos a hacer la pregunta: el programador debe tener en cuenta factores emocionales o únicamente racionales? Debe pensar en el bien de la humanidad o en el bien del fabricante que vende confort y seguridad?
Esta es la pregunta. O calla, tal vez no. Y si nos preguntáramos qué habría hecho un conductor humano? Porque después de todo, es la humanidad la que debemos salvar.
Hace días que pienso. Gracias, Garci-Milà.