Hay una antigua leyenda cherokee que nos habla de una conversación entre un abuelo y un nieto acerca del miedo y el coraje. El hombre explica al niño que todos llevamos dos lobos en nuestro interior. Uno se llama miedo y el otro, coraje y siempre están en lucha. «¿Y quién resulta vencedor?» pregunta el nieto. «Ganará el lobo que tú alimentes» responde el abuelo.
El miedo a tomar decisiones, a equivocarse o a ser criticados son, probablemente el alimento principal del lobo Miedoso. La comunicación, la responsabilidad social y el liderazgo compartido sería, en cambio, el menú principal lobo Valiente.
«La reputación es un riesgo que hay que gestionar», dice el profesor Jordi Xifra. El peor riesgo es no gestionarla, decimos nosotros. Ahora, en tiempos de pandemia, ha aumentado la popularidad de médicos, enfermeros y de todos aquellos a quienes primero Antonio Gramsci y más cercanamente Ovidi Montllor calificaban como «clases subalternas». Las que hacen funcionar la salud, la intendencia y otras cosas esenciales, como los suministros de agua, luz y electricidad, por poner algún ejemplo.
¿Es la mejor gestión de crisis la que está prevista? Hasta ahora sí. Pero en el caso que nos ocupa no había nada previsto. Como decía el presidente del Gremi d’Hotels de Barcelona, Jordi Mestre, en uno de nuestros IM Confidencial Online, no puede haber expertos donde antes no ha habido experiencia. Las generaciones actuales no han vivido ninguna guerra (el 8 de mayo se iba a celebrar en la plaza Roja de Moscú el 70 º aniversario de la finalización de la SGM), ni ninguna gran plaga sanitaria de dimensiones bíblicas, a excepción de la aparición del SIDA en los años ochenta.
Ésta es, pues, la gran crisis mundial de nuestros días. ¿Qué países saldrán reforzados y qué otros perjudicados en materia de reputación internacional? Hay algunos analistas, como Martin Wolff, del ‘Financial Times’, que lamentan la mala suerte que esta pandemia haya coincidido con el protagonismo de dos grandes superpotencias mundiales, China y Estados Unidos que, en materia reputacional son dos gigantes con pies de barro. Ser un superpoder no tiene nada que ver con ser el matón de la clase, viene a decir. Para ser un líder de verdad no basta con la fuerza bruta. Es necesario que los demás te consideren un dirigente decente y competente.
¿Lo es un presidente negacionista que recomienda inyecciones de lejía a los infectados? ¿Lo es otro que tarda tres semanas en reconocer el problema y no evita su expansión al resto del mundo? ¿Qué tipo de líderes mundiales «tenemos»? ¿Autoritarios? ¿Narcisistas?
San Mateo (7, 15-20) dice que “por sus obras les conoceréis”.
Añadiremos, humildemente, que por su manera de comunicarlas, también.
¡Feliz mes de mayo!