El momento de escoger la especialización después de la formación obligatoria puede convertirse en una situación complicada por la cantidad de disciplinas y ámbitos que existen. En mi caso, me sirvió de inspiración la novela “Perdona si te llamo amor”, de Federico Moccia, en la que el protagonista trabajaba en una agencia de publicidad. A partir de ahí, me informé y acabé estudiando el grado en Publicidad y Relaciones Públicas en la Universitat Pompeu Fabra.
En las facultades universitarias, se produce una clara separación entre los tres grados de la comunicación: Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad y Relaciones Públicas. Sin embargo, cada vez se da vida a grados más específicos, como Comunicación de las Organizaciones, o más amplios, como el grado en Comunicación. Sin embargo, todos persiguen el mismo objetivo: formar a profesionales en todos los ámbitos de esta disciplina. Después de haber entrado en el grado debido a mi interés en la publicidad, poco me esperaba que acabara escogiendo el itinerario de relaciones públicas.
En la universidad, las clases eran mayoritariamente prácticas, como lo es el mundo de la comunicación, e impartidas por un profesorado con una extensa formación en el sector y profesionales en activo que dedicaban unas horas después de su jornada laboral a formar a los estudiantes. El hecho de contar con personas altamente cualificadas que preparan a los futuros profesionales del campo de la comunicación y aportan una visión actual del sector es clave de cara a nuestra incorporación en empresas y agencias de comunicación. Por eso, la transición al mundo laboral no fue complicada. Se suele decir que cuanto más se aprende es con la experiencia, y puedo afirmar que es así. La universidad proporciona las bases de la educación y permite una especialización mediante los casos reales trabajados en las clases para su posterior aplicación en situaciones laborales. Desde que estoy en Intermèdia, estoy trabajando con clientes que me aportan conocimientos que no se pueden aprender en ninguna asignatura, como es el trato con el cliente y la organización de las esferas público-privadas nacionales. Por otra parte, con mi participación en la organización de las comidas “Intermèdia Confidencial” he podido comprobar el punto de unión entre cargos públicos y el empresariado catalán.
A raíz de mi participación como informadora del grado que he estudiado en dos ediciones consecutivas del Saló de l’Ensenyament, pude darme cuenta de que la mayoría de estudiantes se dirigían al stand debido a que se habían dado cuenta de la importancia de la comunicación entre empresas y clientes (ya no afirmaban que ser relaciones públicas es repartir flyers, ¡por suerte!). Aún así, les interesaba que los informadores se lo explicáramos «a efectos prácticos», ya que lo veían como un tema más «abstracto» y se les hacía difícil visualizarlo laboralmente y, sobre todo, imaginarse las profesiones. Después de la explicación, mostraban su motivación de convertirse en futuros comunicadores. Me enorgullece pensar en la cantidad de grandes profesionales que tendremos en el mundo de la comunicación en pocos años, con plenitud de ilusión y ganas de que las cosas pasen.