Maragall ataca de nuevo. Pero ahora se trata de Ernest, que, presa de gran determinación, se lanza a la piscina del espinoso tema del TC y el Estatut. Un gran artículo publicado en El País bajo el título de «Construir Cataluña», que el propio periódico comenta, atónito, en su primera página. Conviene dedicarle una lectura pausada.
Maragall define a la «docena de juristas» del TC como «ese grupo de ciudadanos tan sabios» y considera al TC como «expresión última de un reflejo de resistencia española». Es decir, no les da importancia alguna. Considera útil una manifestación «afirmativa» pero no de protesta, y propone ponerse a trabajar y dejar de torturarse la mente. Pero lo mejor viene luego: la estabilidad gubernamental del estado, afirma, sólo puede darse a partir de un pacto de coalición PSOE-PSC.
¡Esto se anima! Salta de alegría la vieja conciencia catalanista del PSC. Crece el desconcierto en el PSOE. Afina pluma y lengua el PP. Analizan sesudamente IC y las distintas familias de ERC. Sonríe Pasqual bajo su mostacho. Reflexiona Pujol a grandes zancadas. Suenan móviles a porrillo. ¿Estaban Montilla y Carod al corriente del asunto? ¿Y Puigcercós? ¿Dónde andaba Saura ayer por la tarde? Y sobre todo, ¿por qué nadie, ni tan sólo Maragall, aclara públicamente de una vez la naturaleza jurídica del Tribunal Constitucional? ¿Es un órgano dependiente del poder judicial? ¿Depende directamente del poder político? ¿Queda algo de ginet en el bótil de la nevera?
Sólo una respuesta convincente a esas preguntas puede reintegrarnos sin dolor a los estertores de nuestra sufrida rutina de veraneante tardío. No perdamos las esperanzas.
Maragall define a la «docena de juristas» del TC como «ese grupo de ciudadanos tan sabios» y considera al TC como «expresión última de un reflejo de resistencia española». Es decir, no les da importancia alguna. Considera útil una manifestación «afirmativa» pero no de protesta, y propone ponerse a trabajar y dejar de torturarse la mente. Pero lo mejor viene luego: la estabilidad gubernamental del estado, afirma, sólo puede darse a partir de un pacto de coalición PSOE-PSC.
¡Esto se anima! Salta de alegría la vieja conciencia catalanista del PSC. Crece el desconcierto en el PSOE. Afina pluma y lengua el PP. Analizan sesudamente IC y las distintas familias de ERC. Sonríe Pasqual bajo su mostacho. Reflexiona Pujol a grandes zancadas. Suenan móviles a porrillo. ¿Estaban Montilla y Carod al corriente del asunto? ¿Y Puigcercós? ¿Dónde andaba Saura ayer por la tarde? Y sobre todo, ¿por qué nadie, ni tan sólo Maragall, aclara públicamente de una vez la naturaleza jurídica del Tribunal Constitucional? ¿Es un órgano dependiente del poder judicial? ¿Depende directamente del poder político? ¿Queda algo de ginet en el bótil de la nevera?
Sólo una respuesta convincente a esas preguntas puede reintegrarnos sin dolor a los estertores de nuestra sufrida rutina de veraneante tardío. No perdamos las esperanzas.