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Una historia de cine

  • 27 Sep 2012
  • Opinión
per Toni Rodriguez Pujol
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Si hay algo que realmente puede haber llamado la atención a los que hace años que observamos de cerca la política catalana, es que de repente, todo el mundo se ha sorprendido que haya líderes que digan exactamente lo que piensan. Hace un montón de años, cuando yo era un joven periodista de medios, interesado por diferentes motivos en el estado libre asociado de Puerto Rico, entrevisté a Juan Mari Brás, presidente y fundador del PSP, de significación independentista y socialista, que me dijo algo que nunca he olvidado: «En el corazón de cualquier autonomista late un independentista que no se atreve a serlo».

Lo he recordado ahora, leyendo el blog del socialista Joaquim Nadal, donde dice que si fuera candidato a diputado del próximo Parlament de Catalunya (que ya ha dicho que lo será), no tendría ningún problema en aceptar un marco de independencia donde seguir defendiendo sus propuestas políticas. Es decir, que la ideología es una cosa y la identidad jurídica o emocional es otra.

En la misma dirección se ha pronunciado el dirigente Manuel Bustos, cuando ha dicho que el PSC es un partido tan grande, tan grande, que caben todas las sensibilidades nacionales: los independentistas, los federalistas, los confederales y los niños de primera comunión, porque lo importante es el proyecto socialista, sea cual sea el marco político donde se tenga que desarrollar. Es bueno observar que a su lado, al alcalde de Lleida y responsable de cohesión territorial del PSC, Àngel Ros, se le veía sonriente, socarrón y vaya usted a saber si contento de haber ganado alguna batalla secreta.

Previamente, el presidente Mas había dicho que posiblemente convocaría unas elecciones anticipadas, que finalmente ha convocado a despecho de las predicciones de determinado equipo de sabios habitual que pulula por las tertulias. Han comenzado, pues, las sorpresas. De entrada, tenemos un dirigente que hace lo que dice que hará. No estábamos acostumbrados, francamente. Y esto ha hecho que los que tienen expectativas de aumentar sus votos le den la cara a las elecciones y los que saben que les bajarán, le den la espalda. Y entre estos, hay unos que todavía van con la boca abierta y otros que ya han puesto en marcha la fábrica de ideas para no quedarse fuera de juego, sea cual sea el final de la película.

Una película que promete ser de todo, menos aburrida.

Ahora que ya habíamos aprendido a decir «flim».